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A menudo, un plan de ejecución se obtiene reuniendo grupos de personas en un workshop o taller, entregando algunos post-its no solo de manera tradicional, incluso virtual, y ello permite generar una lista de iniciativas y/o actividades. El taller generalmente se facilita con la pregunta clave: «¿Qué actividades debemos ejecutar?», y simplemente empezamos a listar.
Semanas o meses más tarde, la mayoría de líderes de las empresas comienzan a cuestionar este método, preguntándose: ¿Hemos dejado pasar algo? ¿Cómo sabemos realmente que esta lista de actividades o iniciativas transmitirá nuestra estrategia?
Muchas empresas buscan la estrategia perfecta, creyendo que cuanto más análisis ponen en su proceso de planificación, mayores son sus posibilidades de éxito; sin embargo, no existe la certeza en los negocios, ni en ninguna otra cosa sobre el futuro.
El hecho de que el mundo sea incierto no significa que no podamos tomar decisiones meditadas. A lo largo de mi recorrido en diferentes organizaciones nacionales e internacionales, debo contarles los cinco errores comunes para definir lo que se llama “estrategia”:
No ofrecen ninguna guía para la acción productiva y sin hoja de ruta explícita al futuro deseado. No hay enfoque en una ventaja competitiva sostenible o los componentes básicos de la creación de valor.
Planes y tácticas son también elementos de la estrategia, pero no es suficiente. Un plan detallado que especifica lo que la empresa va a hacer (y cuándo) no implica que las cosas que va a hacer generen una ventaja competitiva sostenible.
El mundo está cambiando tan rápidamente sobre todo ahora en época de pandemia y crisis global, varios líderes mencionan que es imposible pensar en la estrategia de antemano y que, en cambio, una empresa debe responder a las nuevas amenazas y las oportunidades a medida que surgen. Este enfoque coloca a la empresa en un modo reactivo, por lo que muchos competidores lo aprovecharán.
Muchas veces los líderes piensan en optimizar lo que ya está haciendo en su negocio actual. Esto puede crear eficiencia y conducir un cierto valor, pero no es estrategia. La optimización de las prácticas actuales no aborda la muy real posibilidad de que la empresa podría estar agotando sus activos y recursos mediante la optimización de actividades poco estratégicas.
Cada industria tiene herramientas y prácticas que se expanden y generalizan. La igualdad no es estrategia. Es una receta válida, pero no crea valor sostenible.
Tomar decisiones es un trabajo duro, y no siempre encaja con el resto de trabajo por hacer.
En lugar de intentar crear una estrategia infalible, debemos trabajar para comprender las posibilidades estratégicas y apostaremos por la que creemos que aumentará nuestras probabilidades de éxito.
La estrategia deberá responder por lo menos a estas cinco preguntas relacionadas entre sí:
El propósito de mi empresa, mi aspiración, la verdadera motivación.
Un campo de juego donde se puede lograr esa aspiración. Tomar en cuenta segmentos, geografías, canales, entre otros.
Identificar cuál es la ventaja competitiva o la que se debe construir/crear. Las opciones de cómo ganar determinan lo que haremos en ese campo de juego.
El conjunto de capacidades para gestionar y administrar los recursos que se relacionan entre sí para ganar en el camino elegido.
Los sistemas y medidas que permiten a las capacidades y apoyen las opciones.
Tal como escribió Michael Porter en su libro Estrategia Competitiva, las únicas formas de ganar (en otras palabras, de crear más valor que nuestros competidores) son:
Una hoja de ruta estratégica es un vínculo entre la estrategia y la ejecución, y describe el qué y el por qué, permitiendo mostrar los cambios necesarios y en qué secuencia deben de desarrollarse. De manera gráfica permite ver los resultados clave que deben entregarse en un horizonte de tiempo y de acuerdo con la visión.
Por otro lado, un plan de ejecución describe el cómo, que se representa en un diagrama de Gantt con un periodo de tiempo específico, fechas de inicio y fin, hitos y asignación de recursos.
Al realizar un análisis de las capacidades que existen, cuáles se requieren en el futuro para cumplir con la visión estratégica; qué cambios se requieren, y la prioridad de estos. Los cambios identificados forman los resultados o iniciativas que aparecen en la hoja de ruta de su estrategia.
También ayuda a las áreas de la empresa a comprender en qué están trabajando sus colegas. No más comentarios de «estamos trabajando en esta área más que otras» cuando todo está listo para que todos lo vean.
Finalmente, queda muy claro cómo se unen los distintos roles, tareas y responsabilidades. Lo mejor de todo es que está disponible de un vistazo y se actualiza fácilmente, en lugar de tener que examinar páginas de texto o mucha documentación buscando un sentido lógico.
Así que te invitamos a crear la ruta estratégica de tu empresa, ya sabes lo que es y lo que no es, y creemos que será de provecho para tu empresa y todos tus equipos, ¿listo?
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